Perdí la consciencia de mí misma. Abandoné la voluntad dejándola en manos de una sombra intermitente. Quise machacarme el espíritu y dárselo de comer a los gusanos: uno a uno masticando y tragando la carne. Uno a uno quemándose la garganta con las iniciales de su nombre. Me lamí el brazo izquierdo para que la herida dejara de arder. Su sombra castró mi lengua, me quebró las piernas. Ahora me queda la indiferencia y la inconsistencia. Ahora te quedas siendo absorbido por tu propio egoísmo y mezquindad.
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