27 de febrero de 2014.
Quiero agradecer a Aleida que me haya invitado gentilmente a
expresar algunas palabras sobre su bello libro Al viento lo que es del pájaro.
También a cada uno de ustedes por su presencia. En especial mi gratitud a este
establecimiento, Punta del Cielo, porque al abrir su espacio a las
manifestaciones culturales está contribuyendo a algo muy valioso: difundir las
expresiones artísticas que ennoblecen, que dignifican a nuestro entorno
comunitario.
Así es, necesitamos espacios que revitalicen el espíritu,
porque, por ejemplo, en nuestro mundo el poder degrada al lenguaje, lo lastima.
Los políticos abusan del idioma, lo enferman al emplearlo tóxicamente para el
ocultamiento y la falsedad. William Carlos William fue contundente: si el lenguaje se distorsiona, el crimen
prospera. Nada más certero considerando el estado actual de las cosas.
Afortunadamente contamos con la poesía, la que purifica las palabras y nos
restituye su brillo, su luz, su poder liberador.
Por eso celebro que una joven como Aleida responda al
llamado de la poesía y venga ahora a ofrecernos su versión de cómo el lenguaje
puede iluminarnos, volviéndonos más humanos, más profundos.
Y una de las magias de la poesía es que se abre a múltiples
lecturas. Ustedes tendrán la suya propia cuando se adentren en estas páginas de
Aleida. Por mi parte, les comparto mi propia lectura.
Advierto que la temática de este poemario posee un núcleo:
la exploración existencial. Y en torno a este centro gravitan como planetas
psíquicos el insomnio, el tiempo, la ausencia. La voz poética se interroga a sí
misma, se busca, se extravía, va del silencio al grito. Quiere hallar en las
palabras la revelación que dote de sentido al corazón humano; que dote de
significado a su experiencia trágicamente atada a la fugacidad.
Aleida enmarca su discurso en las insomnes horas del tiempo
lineal, por esos sus tres capítulos se titulan a.m., p.m. y días. Y nos
va adentrando en esos rieles en los que rígidamente se desliza el tren del
pasado, presente y futuro. Y aparecen, poderosos, la nostalgia y la espera. Su
nostalgia no es personal, es la de los pájaros, la de los ríos y las nebulosas
siderales. Es la nostalgia de todo aquello que algo espera, desde el
humildísimo grano de arena a las inteligencias cósmicas. Y la espera en este
libro es esa emoción que está al acecho del retorno de no sabemos qué, ni de
quién, pero es algo que vendrá a aclarar por qué nos lastiman tanto el olvido y
la inclemencia del absurdo.
No me extraña que una joven comience su obra con poemas
donde aparece la ausencia. No me sorprende porque me recuerda al gran poeta
Paul Reverdy quien señaló: La ausencia es
la madre de todos los poemas. Si, porque la ausencia es ese poderoso vacío
que ha llevado a ciertos hombres y mujeres a la sabiduría y a la paz, y a otros
a la poesía, como el caso de Aleida. La ausencia, que comúnmente paraliza y
desgarra, es un vacío de algo indescifrable pero que en voz del poeta se vuelve
fecundo, iluminador.
La sensibilidad de la autora toca el gran tema de la herida
humana: sentirnos separados de la totalidad, de ahí ese sentimiento de abandono
y carencia de algo indefinido. Para sanar ese hueco la poeta nos invita a
recobrarnos en la metáfora, en la danza de imágenes nítidas que propone en este
libro de estilo generoso, diáfano y preciso como la incertidumbre que lo anima.
Al viento lo que es
del pájaro es un testimonio de la perplejidad del que se contempla en
múltiples y fugaces espejos. Aquí está el ser que todo lo interroga porque se
resiste al sinsentido. Aquí está el ser que finalmente busca a solas su rostro,
o su extinción, en el lenguaje. Poesía existencialista. Aleida, con sus
evocaciones, nos insta a formular cuestionamientos vitales: ¿Qué ser somos y
hemos ido olvidando?, ¿qué seres llevamos en la voz?, ¿cuántos horizontes hemos
sido?, ¿cuántas sombras? La poesía de Aleida nos ayuda a atraer el insomnio más
sagrado: el que eleva su lámpara para atisbar con agudo atrevimiento los
enigmas primordiales. Ustedes encontrarán en este breve pero intenso libro los
sonidos más puros de la soledad cuando canta, cuando se hace inteligencia,
hondura y verbo.
Aleida es una joven poeta que ha decidido unir las palabras
de una manera única, y produce una rara belleza, y así responde al mundo que
lacera, penetrando en el corazón de las cosas y de los otros. Al abrir ese
libro verán la senda en la que Aleida transita en su búsqueda, y cómo ella nos
invita a investigar la vida y su misterio. El misterio que, como decía
Einstein, es la fuente del verdadero arte.
Otro acierto de Aleida es la brevedad de su libro, porque el
tema que escogió así lo precisa. Además ya lo dijo Baltasar Garcián en el siglo
XVII: lo breve y bueno es dos veces
bueno. He aquí un pequeño libro de belleza grande que se sumerge con valentía
en nuestros abismos y en nuestros indefinidos límites. Con el soporte de una
dignísima edición, las revelaciones contenidas aquí invitan a cada lector a
aprender un oficio inescapable: interrogar la profundidad propia, el recuperar
la voz íntima y remota de cada uno.
En fin, celebremos la magia de la poesía, leyendo este libro
que nos ofrece un canto inteligente de cuando el alma se vuelve un ave sensible
y sola. Sí. Aleida lleva un ave dentro, no sabe si ese pájaro de agudo vuelo es
su voz, o la palabra, o la vibración inexpresable del Espíritu. Lo que sí
sabemos es que sobre esta joven se ha posado, venturoso, el ángel del lenguaje.
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