Padre, que tu sexo sí era la palabra,
no tu carne.
Era la fe calcinada que habla entre
el quejido de un enfermo que se vomita
a sí mismo y la voz atrapada en los muslos.
Padre, que me he herido
transversalmente y he hecho una cruz
donde debió estar tu existencia.
La existencia de uno que se vomita a sí mismo no debería dejar de ser.
ResponderEliminarUn abrazo!
Maravilloso x)
ResponderEliminarEscribí su nombre en Google y llegué acá, a este blog, que se mueve como un libro vivo que se construye a sí mismo.
ResponderEliminarAh.
La poesía da vida y, como decía Panero, la destruye.
Son muy buenos "Podría no ser un vientre
ResponderEliminary sólo ser la ausencia alojada" y
tu poema Cóncavos también me ha gustado muchoo