El cuatro de febrero me hice mi cuarto tatuaje, el que debió ser el primero pero decidí esperar. Me gustan bastante los chanates y más la hembras. Adoro observarlas detenidamente: tienen una mirada muy noble, muy inocente, tierna (mi tatuador sin siquiera saber esto supo captar esa mirada, tal vez no se note mucho en la imagen), y dan pasitos como si no tocaran el piso, como si siempre estuvieran suspendidas. Cuando se ven amenzadas por otros pájaros, se apartan, se alejan, vuelan lejos de ellos, pero si se les acerca algún pájaro que les dé confianza se quedan cerca, incluso les comparten de la misma agua que estén bebiendo. Lo que me atraeé también de observar a los chanates es que siempre están solos. Sí, algunas veces se acercan entre ellos, pero por lo regular la pasan solos todo el tiempo: comen solos, beben agua solos, se quedan observando al mundo solos. Quizá por ello me gustan tanto.
Juan Crisóstomos Casas me diseñó y tatuó a la pequeña chanatita que ahora me acompañará por el resto de mi vida. Y estoy muy feliz con el resultado:
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